El primer beso
El primer beso
Cumpliendo 50 años en pareja, Olga y Nilza se casaron en el registro civil de Montevideo en mayo de 2023, acompañadas únicamente por cuatro testigos jóvenes que conocieron dos meses antes.
La pareja se conoció en 1972 en la guardería del Hospital de Clínicas, lugar en el que ambas trabajaban en distintos horarios. La lucha social y reuniones por reclamos sindicales hicieron que se fueran acercando. Encontraron que tenían muchas ideas en común, lo cual les permitió forjar una amistad. “Yo iba a su casa, bastante seguido, conversábamos, lo primero que me dio fue un café con leche (¡yo detesto la leche hervida, pero igual me lo tomé!)”. Y bueno, en un momento me di cuenta de que tenía más ganas de ir a su casa que a cualquier otro lado”, narra Olga.
“Un día salimos y le terminé diciendo lo que pensaba y sentía. Con mucho miedo, me dijo que nunca había pasado por algo así, pero que sentía lo mismo. Caminamos desde la rambla hasta Santiago de Chile y subimos a tomar un café al Gaucho –no teníamos para más que eso– y ahí empezó la relación”, cuenta Nilza.
La relación avanzaba con cautela, con cuidado e incluso con temor, ya que no podían demostrar sus sentimientos en la vía pública, ni en los lugares a los que concurrían. En esa época se consideraban mal las relaciones entre personas del mismo sexo. “Nuestra vida siempre había sido dentro de las paredes, nunca demostramos nada afuera, ni en broma. Para nuestras familias, éramos amigas”, explica Nilza.
En 1973, con el comienzo de la dictadura en Uruguay miles de personas emigraron a diferentes partes del mundo. Olga y Nilza emigraron hacia Argentina por razones políticas, ambas se habían quedado sin trabajo y sin estudio.
Por entonces Olga estudiaba en la Facultad de Medicina y el interventor suprimió el turno nocturno; Nilza estudiaba profesorado y corrió con igual suerte. En la guardería, respaldados por el golpe, despidieron a todas las personas que reclamaban el pago del salario en fecha, incluidas ellas.
“Juntamos plata como pudimos para irnos, sacamos pasaje de ida nomás. Al principio nos quedamos en la casa de una prima que vivía allá; la presenté como una amiga, claro. Después que empezamos a trabajar pudimos irnos a vivir solas, primero a una pensión, hasta que años después pudimos comprar un apartamento”. Una de las anécdotas que recuerda Olga de sus primeros años en la vecina orilla es cuando en 1976 se instauró la dictadura en Argentina; en su trabajo le dieron el día libre para ir a celebrar. “Yo les dije que no podía festejar que hubiera un golpe militar, pero ellos se fueron a festejar”.
Todos los años, la madre de Olga las iba a visitar y se quedaba tres meses con ellas. Los primeros meses la relación con la madre siempre era buena, pero poco antes de irse ella se enojaba y terminaba peleándose. “Teníamos nuestra habitación y ella la suya, pero nosotras nunca nada delante de ella, aunque fuera obvio porque teníamos sólo una cama en nuestro cuarto”.
En Argentina alternaron varios trabajos hasta 2011, cuando se jubilaron. En ese año decidieron que era hora de volver a Uruguay. Nunca habían perdido el contacto con el país y su vida política. “Siempre habíamos venido a votar, cada vez que podíamos, aunque tuviéramos que ir y volver en el día. La verdad es que extrañábamos”.
En agosto de 2013 en Uruguay se reconoce como legítimo el matrimonio entre personas del mismo sexo. “Nos pusimos muy felices cuando se aprobó el matrimonio igualitario en Uruguay. Siempre pensamos en la posibilidad de casarnos, pero se complicaba por no tener respaldo familiar o de amistades”. No fue hasta principios de 2023 que se animaron a dar el “gran paso”.
Un día estaban mirando un programa del canal Tv Ciudad y anunciaron una actividad “Presentación de la fase 2 de informe sobre derecho a la ciudad de mujeres lesbianas”. Enseguida Nilza le dijo a Olga: “Mañana vamos y solucionamos el problema de nosotras”.
Efectivamente fueron al evento y conocieron a Florencia, una chica que participaba del público y que había realizado algunas preguntas sobre los derechos a la licencia maternal en parejas de mujeres. Se le acercaron y se animaron a decirle que precisaban testigos para su casamiento. “Florencia buscó gente amiga y nos acompañaron en ese momento tan especial. Las sentimos como familia sin que lo fueran, nos brindaron todo su apoyo para concretar nuestro anhelo de oficializar nuestra unión”.
“Casarnos fue un nuevo comienzo para nosotras, estamos más enamoradas, fue aire fresco, el primer beso que nos dimos en público fue el del casamiento”.
Después del casamiento les contaron a algunos familiares. “Algunos se quejaron porque no los invitamos, cuando nunca nos habían respaldado, pero otros se lo tomaron mejor. Una de las hermanas de Nilza me llamó por teléfono y me dijo ‘cuñada’, ¡tomá!”, concluye orgullosa Olga.