Jardín Botánico
En América del Sur, los principales jardines botánicos se crearon en Río de Janeiro (1811) y Buenos Aires (1898). En Uruguay, sobre finales del siglo XIX, existían todas las condiciones para su surgimiento: una extraordinaria vegetación indígena, un considerable desarrollo cultural, un núcleo importante de botánicos y estudiosos de la naturaleza y la voluntad político-administrativa para fundar la institución. Así es que el Museo y Jardín Botánico Atilio Lombardo, llamado así en homenaje a quien fue durante décadas su gran impulsor, fue creado en 1902 por disposición de la Junta Económico Administrativa. Concebido como parque, el diseño original es obra del arquitecto paisajista Carlos Racine, quien también fue su director.
Inicialmente ocupó dos hectáreas del predio de los viveros del Servicio de Parques y Jardines, y tenía una colección de plantas vivas, con invernáculos e instalaciones para especies acuáticas. Luego se incorporaron el Museo Botánico y la Escuela Municipal de Jardinería. En 1927 los viveros se trasladaron a nuevas ubicaciones, lo que permitió una ampliación del Jardín. En realidad, existían dos Jardines Botánicos: uno pequeño, antiguo, basado en criterios de notables botánicos del pasado, en especial Bentham y Hooker y Augusto Pýramo de Candolle; el otro, con una superficie de casi doce hectáreas, moderno, basado en criterios de Adolf Engler, brillante botánico alemán, constituye una joya en el mundo de la botánica. Ambos jardines se implantaron en predios totalmente libres de vegetación, lo que facilitó el desarrollo de los sistemas de ordenamiento vegetal con una gran pureza. Sus trece hectáreas actuales, delimitadas por las avenidas 19 de Abril –por la cual se accede a sus instalaciones en el Nº 1181–, Dr. Luis Alberto de Herrera y Atilio Pelosi, y su proximidad con el Prado, que agrega otras 106 hectáreas de su extenso parque público, constituyen una de las mayores áreas verdes de la ciudad.
La conducción del Jardín y Museo Botánico ha tenido una notoria influencia individual en la mayor parte de su trayectoria. Entre 1924 y 1940 fue la del Dr. Guillermo Herter y, de 1941 hasta 1973, la del profesor Atilio Lombardo, quien definiría cuál sería el objetivo, porque la organización y concreción del nuevo Jardín Botánico, y los herbarios fueron su obra. En 1973 asumió la dirección el profesor Julio Muñoz, y en 1985 lo hizo el ingeniero agrónomo Pablo Ross. En esa etapa se incursiona en el campo de la ecología y de los temas ambientales, con el curso de ecología y las experiencias ecológicas de campo, apostando también a la docencia y la divulgación con los cursos "Conocimiento y reconocimiento de flora Indígena" y "Montevideo y sus plantas".
“Los jardines botánicos así como los jardines zoológicos en todo el mundo son producto de muchas circunstancias provocadas por el colonialismo europeo. Al afán coleccionista habrá de seguir un interés científico que convierte a los jardines botánicos en centros de referencia para el conocimiento de las plantas”, advierte Muñoz, quien fuera colaborador directo de Lombardo. “El Jardín Botánico montevideano ha tenido desde su inicio un interés científico más que un interés meramente coleccionista”.
Actualmente, el Museo Jardín Botánico se encuentra integrado por tres áreas: un parque temático, que comprende actividades de recreación y esparcimiento; un centro de divulgación de conocimientos relacionados con la botánica y ciencias afines; y un centro de investigación que genera nuevos conocimientos a transmitir principalmente a la comunidad científica mundial.
Exhibe la flora de las diferentes zonas geográficas del planeta y una extensa muestra de plantas acuáticas, plantas de lugares secos y plantas de sombra. Cuenta con colecciones que sobrepasan las mil especies, que son agrupadas por su parentesco, clase, orden y familia, por su lugar de origen y por sus exigencias ecológicas de acuerdo a las condiciones del medio. Los más de 400.000 visitantes que recibe anualmente pueden detenerse para estudiar las fichas colocadas a sus pies, que contienen sus nombres científico y común, y sorprenderse ante el conjunto de cipreses calvos procedentes de Estados Unidos cuyas raíces sobresalen de la tierra, o ante los tres raros ejemplares de alcanfor llegados de India. O abrazarse al higuerón autóctono crecido sobre el tronco de una palmera, cuyas raíces la rodean hasta llegar a la tierra.
El Jardín Botánico también posee un invernáculo de plantas tropicales, cerrado, que solo se puede conocer en visitas guiadas, y viveros de plantas medicinales y acuáticas. En uno de ellos se realiza la siembra de semillas de especies nuevas para el medio, obtenidas en su mayoría a través del canje internacional, que desde hace años se mantiene con más de 500 jardines botánicos del mundo. Cuenta además con un herbario de muestras secas de especies vegetales silvestres y cultivadas, una colección carpológica que exhibe los frutos secos de distintas especies, instrumentos ópticos que permiten la observación detallada de órganos y tejidos vegetales, colecciones en madera de árboles indígenas y una biblioteca especializada.