Rambla
Son innumerables los diferentes espacios y rincones de la Rambla que van tomando diferentes formas a lo largo de todo su trayecto, en el que se suman monumentos, obras de arte, espacios verdes, playas, senderos, clubes, restaurantes, etc. A continuación les presentamos algunos puntos destacados de la Rambla, desde la Ciudad Vieja hacia el Este.
Escollera Sarandí
Es uno de los lugares preferidos por los pescadores. Sitio ideal para ver entrar los buques al puerto y contemplar la maravillosa vista de la bahía y del Cerro. La escollera es la extensión de la calle Sarandí que nace en la Puerta de la Ciudadela y se extiende hasta varios metros mar adentro.
El barrio cercano a la escollera se conoce como Guruyú. En esa zona tuvieron lugar, en la época colonial las primeras celebraciones de africanos esclavizados. En la actualidad es muy común oír tambores. Sobrevive en la esquina de Buenos Aires y Maciel El Hacha, el más antiguo de los bares, testigo silencioso desde el siglo XVIII.
Rambla Sur
En las primeras décadas del siglo XX se ejecutaron las obras de construcción de las ramblas costaneras de Montevideo. Según la Real Academia Española, en Argentina y Uruguay el término “rambla” refiere a una “Avenida que bordea la costa de un lago, un río o el mar”, mientras que en Cataluña y otras zonas del Levante español alude a una “calle ancha y con árboles, generalmente con andén central”. En un tramo total de aproximadamente veinte kilómetros, abarcan desde la escollera Sarandí hasta el arroyo Carrasco. Emprendidas por las autoridades departamentales, respondían a diversas necesidades urbanísticas, como la fijación del límite marítimo de la ciudad, la mejora en el acceso a barrios alejados del Centro (Pocitos, Malvín y Carrasco) y el creciente aumento de los automóviles, que requería nuevas obras viales para una circulación organizada. Fueron, también, el resultado de diferentes definiciones políticas, enmarcadas en el proyecto batllista de construcción del Estado moderno que buscaba embellecer la ciudad, propiciar el turismo y generar el acceso a espacios abiertos públicos en donde la población, especialmente los trabajadores, pudiera disfrutar de su tiempo libre.
En ese contexto, la construcción de la rambla Sur está asociada a un momento particular de nuestra historia, pautado por un clima de optimismo, que se reflejaba en la realización de obras colosales, como el Hotel Casino Carrasco (1921), el Palacio Salvo (1922), el Palacio Legislativo (1925), el Hospital de Clínicas (1929), el Palacio Municipal (1930) o el Estadio Centenario (1930). Todo al mismo tiempo y pago –en la mayor parte de los casos– al contado, en un momento en que en el mundo se comenzaron a formular las bases conceptuales del Movimiento Moderno en arquitectura y urbanismo.
Los primeros proyectos de circunvalación costera para Montevideo se remontan a la segunda mitad del siglo XIX, destacándose el del paisajista Edouard André, que a pedido de la Junta Económica Administrativa ideó, en 1891, un “bulevar marítimo” incluido en el Plan de Ensanche y Embellecimiento para Montevideo. Si bien esta propuesta no prosperó debido a la crisis financiera desatada un año antes, sirvió de modelo inspirador de los diferentes proyectos de rambla presentados en los años siguientes.
En 1912 se aprobó el Plano Regulador de la Ciudad de Montevideo, que proponía la construcción de una Rambla Sud, pero pasó una década entera hasta que el ingeniero Juan P. Fabini (1876-1962), integrante del Consejo Departamental de Montevideo, presentó un proyecto de trazado de rambla costanera que se extendía desde el espigón de la calle Sarandí hasta el Parque Urbano (actual Rodó), rodeando los barrios Ciudad Vieja, Barrio Sur y Palermo. Entre las principales modificaciones planteaba la eliminación de las playas de Santa Ana (entre Médanos y Vázquez) y Patricio (entre Magallanes y Gaboto) con el fin de ganar terreno al mar. Asimismo ponía acento en la erradicación del Bajo, barrio pobre y prostibulario emplazado en la costa de la Ciudad Vieja, alegando que constituía “un desagradable contraste la presencia de esas viejas y feas construcciones ubicadas cerca de uno de los puntos comerciales de más vida en la ciudad”. Por ello planteaba que “tanto la higiene, como la estética urbana y aun razones de una bien entendida economía aconsejaban para este barrio costero una obra radical que sólo podía tener éxito si se realizaba a gran escala”. Proponía, también, la conexión vehicular rápida de la Ciudad Vieja con los restantes barrios costeros.
Aprobado el proyecto, las obras se iniciaron en 1923, con el levantamiento de un muro de contención desde la calle Paraguay a Médanos, pero un devastador temporal y dificultades en la asignación de recursos entorpecieron su continuación, retomándose en 1925 cuando la Comisión de Obras de la Asamblea de Representantes creó la Comisión Financiera de la Rambla Sur y se aprueba su trazado definitivo.
Los números son faraónicos. Las dimensiones de la Rambla Sur comprendieron un total de 4.000 metros de largo y 50 de ancho. Los trabajos insumieron 70.000 metros cúbicos de hormigón, 24.000 de dragado, 800.000 metros cuadrados de relleno de arena, 500.000 de relleno de tierra y 180.000 de pavimento. Para marcar el límite donde había que rellenar se arrojaron miles de bolsas de pórtland, las que se solidificaban bajo el agua. En veredas se construyó una superficie cubierta equivalente a seis estadios Centenario. Se utilizó en todo el tramo piedra granítica roja nacional y se erigieron cuatro terrazas-miradores que avanzan sobre el Río de la Plata. Se requirió 2 millones 400 mil jornales, o sea tres días de toda la población económicamente activa. Se expropiaron 929 fincas y se obtuvieron más de 18 hectáreas al río con el relleno de las playas de Patricio y Santa Ana. Su construcción costó 14.500.000 pesos, aunque el Estado revendió tres y media hectáreas de terrenos sobrantes, lo que redujo la cifra a poco más de 12 millones.
Un punto clave en el diseño de la Rambla es su despojamiento de ornamentos, la regularidad de las formas, la armonía de las proporciones, el cuidado de los detalles, la expresividad de los materiales y la calidad constructiva. Racionalidad, pureza, claridad e intemporalidad guían la traza y el diseño del proyecto, estableciendo puntos de contacto con el pensamiento de las vanguardias modernas.
La Rambla Sur se inauguró oficialmente el 30 de diciembre de 1935, pero el plan definitivo de su urbanización se estructuró en 1947, llevándose buena parte del pasado montevideano de unas treinta manzanas que se ubicaban entre la calle Reconquista y el mar: humildes caseríos y pequeñas playas, calles y canteras, hábitos y costumbres, sones y cantares, a los que alude el conocido tango “Adiós mi barrio”, de autoría de Víctor Soliño y Ramón Collazo, con su recurrida expresión “la piqueta fatal de progreso”, que transformó definitivamente la impronta de la ciudad. Sin embargo, como tantos otros megaproyectos de antaño, nunca fueron concluidos. La baranda, cuyos encajes en el granito pueden verse vacíos hasta el día de hoy, nunca fue colocada. Tampoco se terminaron los jardines de la acera norte.
Su denominación fue reducida por las de rambla Presidente Wilson (1918), desde la calle Juan D. Jackson (esquina del Parque Hotel) hasta la plaza Daniel Muñoz (Trouville), rambla República Argentina (1933), desde la calle Río Negro hasta la calle Juan D. Jackson y rambla Gran Bretaña (1935), desde la calle Ciudadela hasta la calle Andes. Posteriormente fue denominada rambla de las Naciones Unidas, sin modificar las anteriores denominaciones. En 1985 le fue restituido su nombre originario al tramo comprendido entre las calles Andes y Río Negro, con motivo del 50 aniversario de su inauguración.
“La rambla pasó a ser en su origen un símbolo de la modernidad y del futuro a ser actualmente una referencia de la identidad y la permanencia”, afirma el arquitecto Ernesto Spósito, director de la Unidad de Patrimonio de la Intendencia de Montevideo. “Cualquier montevideano y cualquier visitante sienten, sin que nadie se los anuncie, que pueden llegar hasta allí y hacer suyo el espacio. Lo cual no es más que vivir el patrimonio como un derecho ciudadano”.
Faro de Punta Carretas
En la zona conocida como Punta Brava, a pocos metros de la rambla y frente al Club de Golf, se encuentra el Faro de Punta Carretas. Se puede subir hasta la cima y apreciar de un panorama inolvidable de la costa. También disfrutar ese paisaje desde los cercanos restaurantes o clubes de pesca.
A pocos metros se encuentran las viviendas de un importante grupo de trabajadores del mar dedicados a la pesca artesanal. Allí mismo venden su producto fresco.
Puertito del Buceo
El Puertito del Buceo está destinado a la práctica de actividades náuticas deportivas. Desde la sede del Yacht Club uruguayo salen excursiones de pesca y paseos.
En ese lugar está el Skate Park de Montevideo, junto a los tradicionales restaurantes y puestos de ventas de pescado. La riqueza paisajística llevo a que la zona fuera aprovechada por destacados arquitectos para la construcción de lujosas torres.
Plaza Virgilio
Junto a la playa De los Ingleses están las Barrancas de Punta Gorda. Decoran la zona las hermosas casas que circundan. Recostada contra el mar, la Plaza de la Armada regala una de las vistas más bellas de la costa montevideana. Resalta la casa del mítico cantautor de tangos Carlos Gardel, donde proyectaba pasar su vejez, plan que no pudo concretar debido su prematura muerte.