Teatro Solís
En 1830 Montevideo contaba solo con tres edificios que podrían considerarse monumentales: el Cabildo (arquitectura civil), la iglesia Matriz (arquitectura religiosa) y la Ciudadela (arquitectura militar). Los tres pertenecen al período hispano y fueron concebidos por arquitectos no nativos y de acuerdo con las directivas coloniales.
La Ciudadela fue demolida en gran parte en 1836, junto con los muros fortificados que formaban el perímetro de la ciudad colonial, y sus últimos vestigios datan de 1877, salvándose solo la monumental puerta frente a la calle Sarandí. Esta demolición abrió nuevas perspectivas de desarrollo edilicio y de ella nació la idea en un grupo de ciudadanos distinguidos de construir un teatro digno de la flamante capital, puesto que el primitivo San Felipe, que durante más de medio siglo albergó las primeras manifestaciones artísticas habidas en Montevideo, estaba considerado obsoleto.
La idea de construir un nuevo y gran coliseo tuvo dos grandes paladines: don Juan Miguel Martínez y don Antonio Rius. De ellos salió la iniciativa de formar en 1840 la Sociedad de Accionistas para la Construcción del Teatro y la comisión que se encargaría de los detalles de la obra. Los accionistas que aportaron el capital inicial de la sociedad fueron 156 hombres de la elite montevideana, ciudadanos ilustres y los más importantes comerciantes.
De los diversos proyectos confeccionados por arquitectos residentes, el que más gustó fue el presentado por el arquitecto Carlos Zucchi. Pero por motivos políticos se optó por el del arquitecto Francisco Xavier Garmendia.
Respecto al lugar de emplazamiento del teatro, el terreno fue comprado a don Ramón de las Carreras por un monto que ascendió a unos 31 mil pesos. Las obras dieron comienzo entre fines de 1841 y principios de 1842 e insumieron quince años, sin incluir el lapso de la Guerra Grande (1843-1851), durante la mayor parte del cual quedó paralizada la obra. Sin embargo, durante todo ese período Juan Miguel Martínez aseguró los fondos necesarios para cubrir los gastos de conservación de los materiales. Los méritos de Martínez fueron tales que la empresa creyó, a su muerte, que debía rememorar su abnegación y dispuso que en el foyer del teatro se colocara un busto en mármol en su homenaje.
En 1856 se concluyó el teatro propiamente dicho, es decir, la parte central del edificio actual, quedando para dieciocho años más tarde la construcción de los cuerpos laterales. El frontispicio del teatro –en el que intervino el arquitecto uruguayo Clemente César– se compone de un peristilo de ocho columnas corintias bajo su correspondiente entablamiento que se adelanta al cuerpo del edificio sobre una escalinata de mármol, dando reparo a las tres puertas de acceso al foyer y dos laterales, y a los sendos balcones del salón de honor. Sobre el peristilo, una pared frontal con tres ventanales en arco de medio punto bajo el fronton que culmina la fachada, en cuyo tímpano luce un emblema del sol naciente en relieve. Los cuerpos laterales (“accesorios”) fueron proyectados por el arquitecto francés Víctor Rabú y se construyeron en dos etapas: la planta baja entre 1874 y 1879, y la alta, entre 1884 y 1885.
A la hora de denominarlo, varios nombres fueron propuestos: Teatro de la Empresa, de la Paz, del Sol, de la Concordia, de la Armonía, de la Constancia, de Mayo, de la Libertad, de Artigas, Republicano, Montevideano y Oriental, pero la comisión directiva aprobó por mayoría de votos Teatro de Solís, en recuerdo y conmemoración por el intrépido navegante Juan Díaz de Solís, el primer explorador europeo en llegar al Río de la Plata.
En vísperas de su inauguración, en todos los ambientes de Montevideo se especulaba con el género del espectáculo que habría de brindarse en el nuevo coliseo. La opinión general se inclinaba por el género lírico en su modalidad de ópera, preferencia que se explica por la enorme cantidad de italianos que recalaban en nuestra ciudad durante aquellos años. No es de extrañar, pues, que para el día de su inauguración, el 25 de agosto de 1856, con la presencia del presidente Gabriel Pereira, la ejecución del Himno Nacional, inflamados discursos y una velada literaria, para el broche de oro se escogiese Ernani, un opus del gran pontífice de la ópera italiana, Giuseppe Verdi, representada por la soprano Sofía Vera Lorini, bajo la dirección del maestro conde Luis Pretty, que luego se dedicó en Montevideo al cultivo y la viticultura.
Algunas curiosidades
Una marca registrada del Solís es la farola roja colocada en la corona de la cornisa frontal del teatro para anunciar los días de función. Su origen viene de la época de la inauguración del teatro en que con su luz se advertía a los vecinos del Cardal, la Aguada y el Paso del Molino que esa noche había función.
Otro hecho curioso es que el escenario del Solís se halla emplazado sobre una de las viejas aguadas de extramuros del Montevideo amurallado, la Fuente de Viana, y de ahí la magnífica acústica de que hace gala la sala. Su uso fue, a lo largo del tiempo, heterodoxo. Además de espectáculos de teatro, danza, música lírica y variedades, entre los que figuraban los bailes de carnaval, fue también una sala de consagración de autores nacionales, centro de reuniones universitarias para la colocación pública de grados y títulos, de congresos científicos y certámenes literarios.
Por el escenario del Solís desfilaron las más grandes figuras del arte escénico mundial, como las sopranos Luisa Tetrazzini, Adelina Patti y Ana Legrange, los tenores Francesco Tamagno y Enrico Caruso, las bailarinas Anna Pavlova e Isadora Duncan, los actores Sarah Berhardt, Eleonora Duse, Margarita Xirgu, Vivien Leigh, Louis Jouvet, Pierre Brasseur y Vittorio Gasman, y los músicos Arthur Rubinstein, Jascha Heifitz, Carlos Gardel, Andrés Segovia, Josephine Baker y Arturo Toscanini.
Menos rutilante, tal vez, fue la diversidad de opciones a las que tuvieron que apelar los empresarios fundadores para solventar la sala. En principio, la empresa fundadora obtenía sus ingresos, además de las actividades propias de la sala, a través de venta de acciones, subvención (que daba derecho a jugar dos loterías anuales), alquileres de terrenos durante la época del Sitio, alquiler de los locales y viviendas de las alas laterales, alquiler de confiterías, alquiler de guardarropa, venta y alquiler de trajes, disfraces y anteojos de teatro. En tiempos de vacas flacas se llegó hasta arrendar el manantial que había debajo del escenario para extraer, embotellar y, obviamente, vender el agua fresca.
En 1872 se llamó a propuestas para la pintura del telón de boca, pero finalmente se optó por encargárselo al pintor nacional Juan Manuel Blanes, cuya obra fue estrenada en la función de gala del 25 de agosto de 1875.
Cambia, todo cambia
La primera modificación importante en la estructura del teatro Solís ocurrió en 1882 con la sustitución del gran techo que cubría la sala y el escenario por una estructura metálica de origen francés y el ensanche del escenario. Paralelamente, se efectuaron mejoras en el sistema de iluminación, se construyeron servicios higiénicos y se realizó la instalación de agua para la extinción de incendios.
Entre 1905 y 1910 se hizo una serie de renovaciones en la decoración, destacándose las pinturas del plafond de sala y el arco escénico realizadas por los pintores Carlos María Herrera y Pío Collivadino, en 1908, y la colocación de la araña principal del teatro, traída desde Inglaterra al año siguiente.
Pero los cambios no se limitaron a lo edilicio. La Intendencia de Montevideo compró el teatro a los accionistas de aquella sociedad formada casi un siglo antes, en la suma de 640 mil pesos, otorgándose la escritura correspondiente el 24 de junio de 1937.
En 1945, el municipio sometió al Solís a una profunda recuperación que incluyó desde su infraestructura hasta las características funcionales de la sala. Su reapertura al público se realizó el 25 de agosto de 1946, fecha en que se cumplieron los noventa años de su inauguración. Mientras esto sucedía, un grupo de hombres –entre los que estaban Justino Zavala Muniz, José Blixen, Ángel Curotto y Juan Carlos Sabat– apoyados por la Intendencia lograron que en el seno de esta se creara la Comisión de Teatros Municipales, organismo que se oficializó por decreto comunal del 2 de abril de 1947, bajo cuya jurisdicción se puso la administración y funcionamiento del teatro Solís.
La Comedia, la Filarmónica y la EMAD
Obra trascendental de dicha comisión fue la creación de la Comedia Nacional, elenco seleccionado entre el núcleo de afiliados a la Sociedad Uruguaya de Actores. Integraron su primer elenco, entre otros, Alberto Candeau, Ramón Otero, Enrique Guarnero, Carmen Casnell, Héctor Cuore y Horacio Preve. El renovado Solís ofreció la primera actuación del elenco el 2 de octubre de 1947 con la representación de El león ciego, de Ernesto Herrera. La Comedia Nacional ha sido determinante para el desarrollo de nuestra escena nacional y desde entonces no solo ha llevado sus obras a los más diversos escenarios en Montevideo, sino que, aun siendo una institución departamental, durante casi setenta años ha realizado giras por al interior y exterior del país con vocación nacional, mostrando una forma de concebir el teatro.
El 14 de noviembre de 1949, el senador y escritor Justino Zavala Muniz y la actriz catalana Margarita Xirgu fundaron la Escuela Municipal de Arte Dramático, inspirada en el propósito de asegurar el futuro de la Comedia Nacional mediante la preparación de sus actores. La flamante escuela fue puesta bajo la dirección de Xirgu como garantía de éxitos.
El 17 de julio de 1959 se presentó por primera vez en el teatro Solís la Orquesta Sinfónica Municipal, dirigida por Carlos Estrada y Luis D'Andrea, considerada uno de los orígenes de la actual Orquesta Filarmónica de Montevideo. Diversos músicos y directores han transitado a lo largo de su rica historia, siendo la orquesta de la ciudad, reconocida dentro y fuera de fronteras.
En 1985 se creó el Departamento de Cultura de la Intendencia Municipal de Montevideo. El teatro Solís depende jerárquicamente y es sede del Servicio Municipal de Teatros y del Servicio Municipal de Música. En la planta alta del ala este del teatro funciona la Escuela Municipal de Arte Dramático; y en la baja, el restaurante del Águila, en régimen de arriendo. En la planta alta del ala oeste funciona la sala Zavala Muniz; y en la baja, el Museo de Historia Natural, dependiente del Ministerio de Educación y Cultura. Como servicios conexos a la actividad teatral funcionan la Biblioteca Florencio Sánchez y el Archivo de la Comedia Nacional.
La mayor obra
Amenazantes y evidentes riesgos de incendio obligaron a que el 12 de noviembre de 1998 el teatro Solís fuera cerrado para la necesaria remodelación de su estructura, la incorporación de nueva tecnología y la restauración de todos sus elementos patrimoniales. Esta intervención edilicia –la más importante que tuvo en su historia– fue proyectada por los arquitectos Carlos Pascual y Álvaro Farina; finalizó en 2004 con la reapertura del cañón central y la puesta en marcha de un nuevo modelo de gestión cultural, basado en un equipo técnico y multidisciplinario comprometido con la búsqueda de la eficacia y eficiencia en la gestión pública y la calidad del hecho artístico.
El 2 de octubre de 2008 culminaron las obras de las alas laterales que incluyen la sala Zavala Muniz, el Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas (Ciddae), cafetería, tienda, restaurante y nuevos espacios de exposiciones, salas de ensayo y oficinas de los elencos residentes (Orquesta Filarmónica de Montevideo y Comedia Nacional).
Actualmente, la sala principal posee 19 m x 22 m en un área de 674 m2, con una capacidad total de 1.256 personas. En un área de 920 m2, el escenario aumentó a 27 m de ancho, 23 m de altura y 20 m de profundidad. También se expandió el foso de orquesta, que contempla la entrada de 60 músicos con sus respectivos instrumentos. El teatro cuenta con salas de ensayo para orquesta, teatro y danza, ubicadas en el sector destinado a los elencos residentes, salas de ensayo para solistas y sala de calentamiento previo al ingreso a escenario.
El balance de 2015 no deja de ser altamente satisfactorio: más de $ 7.000.000 de recaudación por taquilla, 652 funciones, 142 actividades extra artísticas, más de 155 mil espectadores, 48.700 visitantes, y 9.511 habitantes de 122 localidades, beneficiados por el Programa un Pueblo al Solís. Sin embargo, más allá de los “números”, a lo largo de sus dieciséis décadas, la magia del principal teatro del país se construyó en el disfrute de sus fiestas, de sus bailes de carnaval, de sus exposiciones de artes plásticas, en la celebración de congresos y convenciones, y hasta en los lanzamientos de candidaturas políticas y velatorios de celebridades. Declarado Monumento Histórico Nacional, el Solís ha tenido que adaptarse a las exigencias de un teatro del siglo XXI, pero manteniendo sus valores patrimoniales esenciales, democratizando la cultura y contribuyendo a la convivencia ciudadana con una programación variada, accesible y abierta a todas las manifestaciones estéticas, articulada en una gestión pública transparente, ética y profesional.